El pasado miércoles, Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna fueron las ganadoras del Premio Nobel de Química 2020 por el desarrollo de un método para la edición genómica. Las denominadas “tijeras genéticas CRISPR/Cas9″, permiten cortar cualquier molécula de ADN en un sitio predeterminado. Esta tecnología está teniendo un impacto revolucionario en las ciencias, contribuyendo a nuevas terapias contra el cáncer y el desarrollo de potenciales curas a enfermedades hereditarias.

Pero el potencial de las “tijeras genéticas” no se reduce a la medicina. A raíz de este hito, llevamos adelante una entrevista con Lucas Lieber, CEO de Bioheuris, una empresa de nuestro portfolio, dedicada al desarrollo de sistemas sostenibles de control de malezas basados en la premiada tecnología.

En esta entrevista, Lucas nos cuenta un poco más sobre su potencial para el desarrollo en el agro.

Entrevistador: “¿Qué es la edición genómica y cómo funcionan estas “tijeras»?”

Lucas Lieber: “Estas “tijeras”, de naturaleza proteica, pueden programarse para que realicen un corte en en una posición específica de un cromosoma. Como estos cortes pueden ser letales para una célula, éstas poseen mecanismos biológicos de reparación. En ausencia de un “molde” que guíe la reparación, el reensamblado del ADN puede ser impreciso y se introducirán entonces cambios genéticos en ese cromosoma. En cambio, si en esa célula estuviera presente un “molde” de ADN complementario a los extremos cortados, la maquinaria de reparación podría utilizarlo como referencia y se recuperaría la secuencia original de ese cromosoma. Para editar el genoma de un organismo se pueden usar estos principios básicos y por ejemplo diseñar un “molde” que contenga una o varias modificaciones (con respecto a la secuencia original) e inducir cambios hereditarios en un gen. Estos cambios dirigidos son muy precisos y para poder aprovechar mejor la técnica es lógicamente necesario saber concretamente qué modificación se desea generar.

Entrevistador: ¿Cómo llega Bioheuris a esta tecnología y por qué decide utilizarla para el control de malezas?

Lucas Lieber: “Bioheuris nació con la motivación de aplicar el conocimiento científico y tecnológico en acciones concretas que promuevan una mejor agricultura. Empezamos estudiando el estado del arte para comprender en profundidad el conjunto de técnicas de biotecnología que estaban disponibles y su potencial. Así identificamos la edición genómica CRISPR, que en ese momento recién se estaba probando en plantas. La evidencia científica mostraba no sólo que se podían editar cultivos con eficiencias inauditas, sino que los experimentos podían iniciarse en cuestión de días y a bajo costo en el laboratorio. Por otro lado, en el campo aparecían cada vez más malezas difíciles de controlar con los herbicidas tradicionales. Notamos que si bien había más de 300 herbicidas registrados en el mundo, en un país dado y para un cultivo específico los productores sólo podían usar unos pocos sin dañar el cultivo. Además, los que se estaban usando no eran ni los más baratos ni los de mejor perfil ambiental. Otra de las técnicas que identificamos en nuestra exégesis tecnológica fue la evolución dirigida, que podíamos usar para optimizar genes de plantas y volverlas resistentes a nuevos herbicidas. Casualmente, evolución dirigida y edición genómica CRISPR, fueron reconocidas con el premio Nobel de Química muy recientemente, la primera en 2018 y la segunda esta semana. Partimos con esas ideas simples, bastante audacia y una mezcla indefinida de experiencia e ignorancia. Así nació nuestra “start-up” e iniciamos la aventura de crear soluciones tecnológicas para un manejo integrado de malezas más eficiente y sustentable”. 

¿Qué lleva a Bioheuris a trabajar de manera disruptiva en el agro?

Lucas Lieber: “Para nosotros la innovación no es la mejor forma de alcanzar nuestra visión de desarrollar sistemas sustentables de manejo de malezas; es la única. La mayoría de los que formamos Bioheuris tenemos formación científica pero todos en Bioheuris aplicamos el método científico. A diferencia de otras iniciativas basadas en ciencia, nuestra ambición no es entender el mundo, nuestra intención es mejorarlo. El nombre de nuestra empresa deriva del término heurística, que comparte la misma raíz que la palabra eureka. La heurística es el arte y la ciencia del descubrimiento y la invención. Etimológica y sincréticamente, combinamos biotecnología y heurística como estrategia para resolver problemas mediante la creatividad, la experimentación y el análisis crítico. En contraposición con la heurística, en la historia de la ciencia son frecuentes las serendipias. La serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental o casual cuando se está buscando una cosa distinta. Si bien no somos intransigentes y aceptaremos cualquier avance que logremos azarosamente, nuestra principal estrategia de innovación es dirigir la misma. Promovemos una cultura que se atreva a desafiar lo que sabemos. Construimos conocimiento basándonos tanto en supuestos como en evidencias. Es crítico lograr un equilibrio entre ambos para conducir la innovación, analizando y tomando decisiones. También es esencial balancear enfoques creativos y productivos. En Bioheuris, a medida que progresamos, convertimos incertidumbres en certezas. Promover la curiosidad, la creatividad, el aprendizaje, la experimentación y el cambio es una prioridad en nuestra empresa. Estamos convencidos que se aprende tanto de los errores como de los aciertos. En situaciones de alta incertidumbre, características del entorno natural de una start-up como Bioheuris, es necesario asumir riesgos, identificándolos y evaluándolos previamente para gestionarlos como riesgos calculados. Pero en definitiva la realidad es que internamente no hablamos mucho de innovación o disrupción; simplemente la practicamos”.

¿Por qué crees que el reconocimiento global que recibió esta tecnología es importante?

Lucas Lieber: “En principio porque revaloriza la función que la ciencia puede tener para resolver los problemas de la humanidad. Supongo que hoy muchas personas que descreen de las vacunas estarán desafiando sus propias creencias a raíz de la necesidad de contar con una cura para el COVID-19. En la era de la posverdad necesitamos más que nunca de la filosofía y la ciencia para garantizar nuestra propia supervivencia. Ayer nuestro país fue el primero en aprobar un trigo transgénico que además fue desarrollado localmente a través de una colaboración público-privada. Su comercialización está supeditada a la aprobación de otros países. Si usan nuestros mismos criterios científicos deberían concluir como nosotros que esos trigos transgénicos resistentes a la sequía no sólo son seguros para el ambiente y las personas sino que contribuyen con la seguridad alimentaria. En cambio esto no será posible si se dejan llevar por los sesgos cognitivos de ciertas personas que consideran que no hay forma de demostrar que un transgénico es seguro. La semana pasada, Europa aprobó otra soja transgénica para consumo humano y animal, sin embargo, prohíbe su siembra. En Bioheuris usamos un método de edición génica que no genera transgénicos. Lo hacemos así porque nos permitirá desarrollar y comercializar soluciones tecnológicas para el agro más rápido y con un costo 100 veces menor, no porque pensemos que los productos transgénicos sean “malos”. El desafío que enfrenta la agricultura es enorme. Es un sistema multidimensional muy complejo. Como sociedad tenemos que encontrar un camino que conduzca a una agricultura sustentable. No podremos recorrer ese camino si no nos acompaña la ciencia. Que la edición genómica reciba el premio Nobel no es sólo una señal, es un paso en esa dirección”.